Ximena o la Parábola de dos Mundos


Ximena o la Parábola de dos Mundos

Sara Beatriz Guardia

En los últimos años ha ocurrido algo por demás significativo en la narrativa peruana, y es la aparición de una novelística femenina de gran calidad literaria. Si hasta 19881, no figuraba ninguna escritora de relieve, la presencia de Laura Riesco y su novela Ximena de dos caminos.2 , marca el inicio de un movimiento que en América Latina tiene figuras de la talla de Rosario Castellanos, Silvina Bulrich, María Luisa Bombal, Isabel Allende, Elena Poniatowska y Angela Mastreta.
Ya en 1978, Riesco había publicado El truco de los ojos, novela de regular interés que pasó desapercibida para la crítica. En cambio, con Ximena de dos caminos (1994), demostró su notable capacidad narrativa y ser dueña de “un mundo creador claramente propio, hondo y complejo, capaz de dialogar (conservando su tono intransferible) con una masa textual copiosa y diversa”3.
Uno de los méritos de la obra es que evoca la infancia desde la visión y perspectiva de una niña. Los laberintos de la infancia con sus cuartos luminosos y oscuros, plenos de fantasía y temor ante lo desconocido, convergen con la posición marginal de las mujeres determinada por la complejidad de la sociedad peruana. Ximena transita por este universo sorteando dificultades y retos en la exploración de su mundo interior, convirtiendo así la búsqueda de su propia identidad en el largo camino que deberá recorrer para lograr finalmente su liberación a través de la palabra. Liberación que se plantea en una sociedad dividida entre dos culturas, dos universos: el de los indios y el de los “blancos”. Allí, no existe neutralidad posible, “hay, por el contrario, choque y oposición permanentes, contradicciones agudas, insalvables” 4.
Antes de Ximena, y de algunas novelas de reciente publicación5 no se había perfilado un yo femenino literario en el discurso de la narrativa peruana. Los personajes femeninos no se miraban a si mismos como mujeres en los pocos ejemplos que nos brinda la novelística nacional. Las más destacadas escritoras eran hasta entonces, Clorinda Matto de Turner y Mercedes Cabello de Carbonera, que irrumpieron en el último tercio del siglo XIX, coincidiendo con una coyuntura significativa para el país cuando se empezaban a bosquejar las bases de una incipiente modernización de la sociedad peruana.
Ambas escritoras abandonaron la reclusión doméstica y ejercieron funciones directivas en la cultura y el periodismo. Al asumir una posición definida en el proceso de transformación del país denunciaron el carácter anacrónico del paternalismo predominante, “y reclamaron la adopción de un liberalismo basado en la expansión de la cultura popular y orientado hacia las formas practicas de la convivencia”6. En sus obras, “atacaron zonas muy sensibles del sistema ideológico de los grupos de poder más tradicionales, en especial de la Iglesia, y reafirmaron el sentido esencialmente crítico de su narrativa”7. Pagaron un alto precio por ello. Clorinda Matto de Turner fue excomulgada y exilada a Buenos Aires; mientras, Mercedes Cabello de Carbonera murió en un manicomio de Lima.
Tampoco existen personajes femeninos históricos o autobiográficos. La tendencia que ha prevalecido de buscar personalidades históricamente consagradas para que sirvan de personajes de las novelas, no tiene ejemplos en la literatura peruana. Esta notable ausencia de escritoras en el ámbito artístico literario tiene varias explicaciones sociológicas e históricas que no son materia de este trabajo, aunque un aspecto determinante es su exclusión del conocimiento y la educación, lo que a su vez, guarda relación con los vínculos que mantiene la producción femenina con su entorno y la ideología dominante8.
Desde fines del siglo XIX y las primeras décadas del presente siglo, el discurso hegemónico sólo le permitió a la mujer el desarrollo de un yo lírico porque lo consideraba más adecuado para su subjetividad9. Es a través de la poesía que las mujeres podían expresar sus sentimientos más íntimos y controvertidos. Destacan durante ese período en América Latina, poetisas como: Magda Portal (Perú), Gabriela Mistral (Chile) y Juana de Ibarbourou (Uruguay). No se trata de casos excepcionales, sino de un vasto movimiento que ha cobrado en los últimos años un notable vigor. Mediante la lírica las poetas pudieron expresarse sin temor ni vergüenza de sentirse artistas, “de sentirse superiores a la época, a la vulgaridad, al medio”, y no dependientes “como las demás de su tiempo, de su sociedad y de su educación”10.
Inclusive, Pedro Henríquez Ureña, explica la ausencia de mujeres del importante movimiento literario de las dos últimas décadas del siglo pasado, aduciendo que “probablemente fue demasiado impersonal para ellas”11. Virginia Woolf dice que uno de los obstáculos de la escritura femenina es la dificultad de las mujeres para decir la verdad sobre sus propias experiencias, en cuanto a cuerpo, porque esto último significa rechazar la imagen de la mujer pura e ideal, y explorar francamente la sexualidad y el inconsciente. Es manifestar sus propios deseos antes que adherirse a las opiniones y deseos de los demás12. De esta manera, la escritura femenina para Marguerite Duras, plantea “el dilema estético de representar literalmente nuestra propia visión de la femineidad”, y traducir “toda aquella zona que ha sido convencionalmente simbolizada por construcciones culturales masculinas”. Y, Marguerite Yourcenar, sitúa “la libertad sensual en el contexto de la libertad de expresión” 13.
Infancia con milenios encima.
Aunque la búsqueda de identidad personal es un importante signo de Ximena, existe otro igualmente cierto que es la búsqueda de identidad social en un mundo dividido. El escritor José María Arguedas es quizá el más dramático ejemplo de la oposición entre el mundo indígena y el hispano y su falta de resolución planteada con su suicidio. La obra de Arguedas la define su propia experiencia en la que destaca cualitativamente también el período de la infancia. “Vivió en el pecho de los indios, en una infancia que él llamaba, y me parece que la frase es muy expresiva, cargada de milenios, más exactamente “infancia con milenios encima”14
Esa es la infancia de Ximena, también la de su autora. Laura Riesco (1940) nació en La Oroya, enclave minero que por entonces era explotado por la transnacional norteamericana Cerro de Pasco Cooper Corporation, situada a 170 kilómetros de Lima y a una altitud de más de tres mil metros sobre el nivel del mar. Sus primeros siete años de vida transcurren entre el mundo de su padre de origen español y funcionario de la compañía norteamericana, y el de su madre que procede de la misma región andina; pero sobre todo, cerca de criadas todas de origen indígena.
La conquista española significó la destrucción del Imperio Incaico y dio origen a una permanente tensión entre la cultura española dominante y la andina. Pese a que fueron vencidos, los antiguos peruanos preservaron a través de la tradición oral sus costumbres ancestrales, idioma y mitos; resistencia que constituye uno de los procesos más intensos de nuestra historia y que repercutió profundamente en la construcción de una identidad nacional 15 . Los procedimientos de legitimación del poder que intervienen en la supervivencia de una forma de sociedad16 , conforman el marco en que se desarrolla la narrativa nacional, y por consiguiente, Ximena de dos caminos. Es decir, en la tensión y contradicciones entre los vencedores y la resistencia estoica de los vencidos, en cuyo mundo interior se confronta dolorosamente la dualidad de una sociedad dividida.
Desde su infancia, Ximena tiene que enfrentarse a esta lucha donde pugna la lógica patriarcal del padre y la tradición oral de las mujeres indígenas que la cuidan y pueblan sus días de magia y melancolía. A Ximena la define el estupor, la permanente sorpresa que le causa el mundo de los mayores, pero también una gran voluntad de ser y de entender que tiene su propia conclusión al final del libro.
Pero la falta de integración y el proceso de adaptación de Ximena, no es distinto al que le toca vivir a Laura Riesco. Y en este sentido, tiene mucho de autobiográfico. Cuando en 1947 su familia se traslada a Lima e inicia sus estudios escolares, le resulta demasiado difícil:
“Sufrí lo indecible, pesadillas, terrores diurnos y un temor de fracasar en los estudios que no los tuve ni cuando me preparaba veinticinco años después para el doctorado. Fue el año más largo de mi vida y no por culpa de nadie sino de mis propios problemas de adaptación” 17
Posteriormente, a los 18 años, Laura Riesco tuvo que vivir otro proceso de adaptación al viajar a los Estados Unidos para proseguir sus estudios universitarios. Desde entonces, hace 40 años, ha venido al Perú seis veces y con intervalos largos, de once y hasta de 16 años.
Ximena de dos caminos
Ximena, es una novela que no tiene argumento central, y está compuesta de siete textos autónomos que siguen un proceso “hacia un desenlace que ilumina, retrospectivamente, lo narrado y le confiere el carácter de fin de una etapa y comienzo de otra en la vida de la protagonista”18 . Se podría decir, sostiene la autora, que en cierto nivel, es una novela de textos.19
La ficción está en función de las experiencias y vivencias de una niña de siete años, hija única de un matrimonio que vive en La Oroya a comienzos de la década del 40. Dueña de una gran imaginación, precoz, inteligente, tanto que en algunas partes de la novela resulta difícil imaginar que se trata solo de una niña, Ximena vive entre dos mundos: el espacio mágico de la tradición oral donde aprende que la realidad tiene otras formas y fuentes, y el simbolizado por el padre de origen español que “constituye la otra ribera desde donde Ximena examina la naturaleza de las cosas. Son estos los dos caminos que tiene que recorrer en un lapso que no se proyecta más allá de su infancia”20 .
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También oscila entre las diferencias culturales de la sierra y la costa; entre el mundo infantil y el de los adultos; entre la injusticia de la explotación feudal y una modernidad que apenas se empezaba a perfilar. Vive la violencia expresada en los juegos, los sentimientos encontrados que le suscitan algunos hechos, y el silencio cómplice de las mujeres de su entorno que viven la angustia de una sexualidad reprimida.
Además de la madre y de la Ama Grande, la criada que la cuida, en Ximena se dan cita varias mujeres. Todas solitarias, incomprendidas, frustradas en su amor, incluso algunas enajenadas por su propia historia. La primera aparece en el texto titulado La ahijada, cuando llega a su casa una hermosa joven desesperada porque está encinta de un hombre casado. Poco después, menstrúa. “Tan niña que ni sabe si está intacta o no”, advierte la madre, y aquello que podría significar la liberación de Casilda, la condena. No tiene ya nada del hombre que ama. “–¿Estas herida?- le pregunta Ximena. – No, estoy fregada –, responde colérica”. El círculo sin salida, trágico, ha empezado. Las cartas que escribe solo tienen como respuesta las que ella misma se responde hasta que finalmente se suicida.
El descubrimiento del sexo en el tercer texto: Los primos, comportan el machismo y la marginalidad que sufre la mujer desde muy corta edad. Ximena y Cintia juegan con Edmundo. El niño se imagina alcalde, un hombre con poder y sus primas son sus mujeres, le pertenecen, y por consiguiente puede imponerles juegos por demás violentos y esperar que los acaten con la correspondiente sumisión. Tienen que desnudarse para que él observe desde su puesto de amo y señor el sexo y el doliente pudor de las niñas. Poco después las inicia en una ceremonia secreta donde es sacrificado un pequeño pato:
“La punta del acero no está suficientemente afilada y penetra con dificultad. Un sonido leve, que es apenas un crujir, se oye en un silencio tan puro que ni las ramas de los eucaliptos lo suavizan para prohibir que se alcen en el aire. A Edmundo le tiemblan las manos del esfuerzo. Por unos segundos que se hacen larguísimos el animal se mueve aún, aletea rítmicamente y tiene la cabeza erguida. De un tirón su primo desprende el cuchillo manchado. Es sólo después de otros segundos igualmente penosos que la sangre empieza a correrle por la mano”21
 
La exposición del sexo y el sacrificio del pequeño animal anticipan simbólicamente desde la infancia la sujeción que vivirán las mujeres durante toda su vida. Y, es en este mundo masculino donde Ximena vive su infancia poblada de fantasías, pero sobre todo de sentimientos íntimos, “angustias e impulsos reprimidos que no siempre afloran a la superficie” 22
. Todo lo cual transcurre en medio de la permanente contradicción entre el mundo hispano-criollo y el andino. Al acercarse con sus primos a una acequia, Ximena advierte que Edmundo tira piedras y ramas secas al agua, y por último un paquete vacío de cigarrillos.
“No deberías tirar eso – le advierte Ximena -. Los indios riegan con esta agua las chacras que quedan abajo, al otro lado del pueblo.
-¡Qué asquerosos! – responde él con una mueca -. ¿No ves que no es agua clara?
– Pero no es sucia – replica Ximena, negándose a aceptar que sea una acequia de desagüe – La encauzan desde allá, desde muy arriba.
Muestra con el dedo las montañas que se alzan detrás de la propiedad de las españolas. Todo el valle está protegido por cerros igualmente imponentes” 23
En el capítulo titulado Alcinoe II o las tejedoras, coinciden tres historias de mujeres alrededor de la llegada de la tía Alejandra, su amiga, y la tejedora que vive en el pueblo. Esta última es una mujer “pequeña y muy morena” de quien la madre de Ximena “ha comentado alguna vez que es “una cosita de nada” y que no comprende cómo Samuel Robertson perdió la cabeza por ella” 24 . También Ximena la considera muy fea, en cambio Robertson, es rubio y apuesto.
La tejedora tiene dos hijos con Robertson. “Son muy blancos los dos, en nada se parecen a ella. Suerte de niños, ha comentado su madre” 25 . Ximena juega con Sami y Beto algunas veces, pero se siente mucho más entusiasmada e intrigada por el parecido que encuentra entre Robertson y Heathcliff, el personaje de Cumbres Borrascosas. En esta parte de la novela cuesta trabajo imaginar a una niña de siete años, inmersa en esas comparaciones. Y, sin embargo, la fluidez del texto permite seguir el curso de las historias sin ningún contratiempo. Pronto todos en la casa, incluida Ximena, descubren que la relación entre la tía Alejandra y su amiga es de una pareja que entra en conflicto ante la presencia de Robertson y del atractivo que ejerce en Alejandra, lo que termina por separarlas. Unida a esta historia aparece otra representada por los recuerdos de la abuela, y los conflictos familiares originados por su comportamiento. La madre de Ximena es implacable:
“Deberían haberla escarmentado de muy chica para ponerla entre rieles. Lo que consiguió es que la excluyeran más y más y si se la invitaba a las reuniones era sólo por interés o para que fuera la nota excéntrica de los bailes” 26
Es la propia abuela quien habla a través de un cuaderno que la madre lee en voz alta creyendo dormida a Ximena. Sin preámbulos ni disculpas, la abuela recuerda su vida, marido e hijas, pero sobre todo a sus amantes. La sumisa y andina tejedora, la tía Alejandra y su amiga, la presencia de la madre y esta mujer – la abuela – conforman un cuadro femenino complejo atravesado por los convencionalismos, el racismo y la marginalidad. El personaje lúdico de la obra de Riesco es precisamente la abuela, la única que logra imponerse al medio y a su época para vivir alegremente su libertad.
En el siguiente texto titulado La costa, se expresa claramente el conflicto social y la dualidad de la sociedad peruana. Su falta de resolución y la violencia que sufren las mujeres. En la literatura peruana, se levanta sobre la tesis indígena, y en contraposición con ella, la antítesis hispana. Cabría preguntarse, entonces, “¿cuál es la solución del conflicto entre esta tesis y esta antítesis?” 27. Pregunta central en el proceso de búsqueda de una identidad nacional, expresada de manera permanente en la narrativa peruana.
En ese pequeño pueblo costeño donde la familia de Ximena pasa el verano los acontecimientos se suceden en un hotel de provincia, modesto. Pronto ella descubre la presencia misteriosa de una niña casi de su misma edad que vive detrás del portón amarrada a un árbol, y que interminablemente repite el mismo movimiento:
“Hasta donde le daba la soga que la tenía sujeta corría de un lado a otro y movía violentamente los brazos, delgadísimos, de arriba abajo como si se aprestara a volar” 28
Dramática imagen que se une a otras expresiones de violencia. Don Serafino, dueño del hotel, engañado por su primera esposa se había casado por segunda vez con una mujer fea para evitarse la posibilidad de una futura humillación. Sin embargo, la cela y la golpea constantemente por cualquier incidente hasta que una noche, al encontrarla conversando con un primo, la golpea tan ferozmente con el mango del sartén de fierro que la mata.
En ese hotel donde una niña enloquecida atada a un árbol da vueltas sin cesar, y por donde transita cual amo y señor un asesino que al parecer no ha expiado su culpa ante la ley, también se encuentra encerrada en un cuartucho una pareja de indios porque no puede pagar el alojamiento. Cuando a instancias de Ximena, la madre intercede por ellos ante don Serafino, éste dice:
“Son muy ladinos los serranos, lloriquean porque o tiene nada y bien que tienen, se hacen los que no entienden y bien que entienden. Me deben plata, señora, y aunque me dieran pena no podría permitirles que se quedasen si no me pagan” 29
Entonces, la madre acude a una muchacha que sabe quechua para poder comunicarse con la pareja, quiere saber adónde puede ir, cómo se le puede ayudar. Pero ésta rehuye colaborar diciendo que desde que fue a estudiar a Lima se ha olvidado ese idioma. “Inútil que me pida usted que les hable”, concluye expresando así la vergüenza que siente por su propia cultura.
Al final de la novela, en el texto La despedida, aparece otra clave del relato. Al intentar escribir su primera palabra aparece ante Ximena una mujer que escribe recuerdos imaginados y que requiere de ella para completarlos. La primera pregunta, ¿Qué pasó en el campamento de los obreros?, da curso al desarrollo de la narración. Son estas dos mujeres, Ximena niña y Ximena mujer las que muestran el drama de la explotación al indio, la usurpación de sus tierras comunales, el despojo.
Al producirse un incendio en el campamento minero, Ximena no quiere recordar la casa donde se había escondido del fuego, pero obligada a hablar dice:
“No había camas, ni muebles nada más que pellejos sobre el piso, unos atados, dos ollas y algunos tazones de metal. Recordó como en un sueño que cada vez que su madre y el Ama Grande habían comentado lo mal que vivían los obreros de la fundición” 30
En este cuarto pequeño y desvencijado Ximena encuentra a Pablo, un niño de su edad. Durante una entrecortada conversación y a modo de respuesta ante el conflicto que ha originado la huelga de los obreros, Pablo le explica con la naturalidad del lenguaje infantil como la transnacional los ha despojado de sus tierras con la anuencia de las autoridades locales:
“antes su familia había tenido una chacra grande y varios animales y que un día las autoridades habían venido a sacarlos diciéndoles que el dueño de la hacienda cercana había comprado legalmente toda la tierra de los campesinos de ese lugar. En un comienzo el hacendado los convocó y les ofreció cerveza y trabajo. El padre del chico y otros igual que él fueron a reclamar sus derechos, algunos fueron hasta Lima, pero no les hicieron caso y los amenazaron con llevarlos a todos a la cárcel. Pasaron los días y el nuevo dueño dijo que ya no quería nada con los indios sediciosos, y entonces muchos le tuvieron que vender sus animales por una miseria y se fueron más arriba, muy a las alturas para buscar trabajo en las minas” 31
La presencia de varios estudiantes universitarios, ha permitido que los obreros comprendan que no tienen que soportar ningún abuso de la compañía porque ésta se ha apropiado de las tierras que siempre pertenecieron a las comunidades indígenas. Y así se inicia la huelga, que concluye con el incendio y el ingreso de patrullas de la policía. El campamento minero se llena de heridos y es apresado un hombre acusado de haberla secuestrado porque lo encuentran cerca de ella. ¿Por qué no les dijiste la verdad?, pregunta la mujer y Ximena responde porque hubiera tenido que decir donde se había refugiado, habría tenido que hablar de Pablo. Y eso la asusta mucho más que el castigo inmerecido que pude ocasionar con su reserva.
Sobre el silencio del campamento minero destruido solo queda la esperanza. Algún día, según el mito de Incarrí, el Inca, cuyo cuerpo ha sido descuartizado y enterrado en varias partes del país, resucitará para liberar a su pueblo, solo entonces será posible la justicia. El mito está incorporado en este texto como uno de los cuentos que Ximena recuerda:
“Wiracocha vaticinó que después de varios siglos de la muerte del inca, una pareja humilde de campesinos, una tejedora y un pastor, serían la elegida para cumplir una gran misión. Cuando llegara la hora de la profecía, esta mujer y el pastor desenterrarían la cabeza decapitada y con la ayuda del aire, de las aguas, de las montañas y de la tierra misma, mientras ella la arrullara entre sus brazos y la regara con sus lágrimas, el cuerpo iría creciendo como crece una planta, hasta recobrar su forma inicial. Así iba a resucitar el Inca Rey” 32
Al contar sus recuerdos y aceptarlos, pero sobre todo al reconstruirlos para la escritura, Ximena ha iniciado una intensa exploración interna. El deseo de afirmación femenino se manifiesta aquí de manera particular en la creación literaria. “¿Será porque frente a las normas sociales, despliega una sabiduría y a veces la verdad sobre un universo reprimido, secreto, inconsciente?” 33
“Escribir, en estos casos, – dice Laura Riesco – es un recorrido incierto por las sendas tortuosas del temor y el auto-reconocimiento. Con suerte, este proceso puede resultar una terapia sin garantías duraderas, pero que en momentos privilegiados levanta un peso de nosotras, y en algo libera” 34. Y para ello la narradora se constituye en personaje y reta a Ximena que relate aquellos recuerdos que más le duelen, para así arrancarse definitivamente la infancia y sus dolores a través de una escritura que se presenta como liberación 35. Solo entonces Ximena puede tomar el lápiz y contemplar el papel en blanco sabiendo que finalmente podrá escribir:
“Las rayas ligeramente azules le reclaman y ella comprende que no puede evadirse, que tiene que continuar y se concentra en la forma imperturbable de la próxima letra. Se agacha y se distancia de todo lo que la rodea, se agacha para volcarse en los signos que el difícil silabeo le dicta, borra, para volver a empezar. Y mientras Ximena se ausenta, las palabras, en su ir y venir de la vida a la muerte, de la muerte a la vida, van fijándose y llenando su primera página” 36
Y, así como la escritora marroquí, Fátima Mernissi, al recordar su infancia en el Harén, también Ximena podrá exclamar: “Me bastaba con saber que mis posibilidades de ser feliz dependerían de mi habilidad con las palabras”37.
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Bibliografía
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Notas
1 Roland Forgues. Palabra viva. Narradores. Lima, Studium, 1988
2 Laura Riesco. Ximena de dos caminos. Lima, Peisa, 1994, 236 pp
3 Ricardo Gonzalez Vigil. “La gran novela de Laura Riesco”. Lima. El Comercio, 22 de enero de 1995
4 Antonio Cornejo Polar. “El sentido de la narrativa de Arguedas”, en: Revista Peruana de Cultura. Nos.13-14 Lima, 1971
5 Véase: Liliana Costa. Cuando todo iba bien. Madrid, Opera Prima, 1996; Gabriela de Ferrari. Gringa latina. Buenos Aires, Emece Editores, 1998
6 Alberto Tauro. Clorinda Matto de Turner y la Novela Indigenista. Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1976, p. 5
7 Antonio Cornejo Polar. “Clorinda Matto de Turner”, en : Indole. Lima, Instituto Nacional de Cultura, 1974, p. 31
8 Jacques Gilard. “Ser escritora en Colombia”, en: Femmes des Ameriques. France, Université de Toulouse-Le Miral, 1986, p. 210
9 Silvia Molloy. “Dos proyectos de vida: cuadernos de infancia de Norah Lange y el archipiélago de Victoria Ocampo”, en: Femmes des Ameriques, ob. cit., p. 178
10 José Carlos Mariátegui, Cartas de Italia. Lima, Empresa Editora Amauta, 1970, p. 222
11 Pedro Henríquez Ureña. Las corrientes literarias en la América Hispánica. México, Fondo de Cultura Económica, 1964, p. 183
12 Virginia Woolf. Las mujeres y la Literatura. Barcelona, Editorial Lumen, 1979
13 Marguerite Yourcenar. Alexis o el tratado del inútil combate. Madrid, Ediciones Alfaguara, 1990, p. 15
14 Gustavo Gutiérrez. Arguedas: cultura e identidad nacional. Lima, Edaprospo, 1990, p. 35
15 Sara Beatriz Guardia. Mujeres Peruanas. El otro lado de la historia. Lima, Editorial Minerva, 3ra Edición, 1995
16 Jacques Leenhardt. 2Modelos literarios e ideología dominante”; en: Escritura Año 1, No 2, Caracas, 1976 p. 212
17 Giovanna Pollarolo. “Entrevista a Laura Riesco. Una escritora que no se siente escritora”. Debate, Lima, 1995, pp. 72-73.
18 Edgardo Rivera Martínez. “El mundo de la ternura, crueldad y poesía”. El Mundo, Lima, 7 de enero de 1995
19 Javier Arevalo. “Entrevista a Laura Riesco”. El Comercio, Lima, mayo, 1995
20 Carlos Z. Batalla. “La mirada de Ximena”. La República, Lima, 5 de marzo, 1995
21 Riesco, ob. cit., 73
22 Manuel J. Baquerizo. “Laura Riesco y la configuración narrativa del mundo infantil”; en: Huallallo, Huancayo: Departamento Académico de Lingüística, Literatura y Arte de la Universidad Nacional del Centro del Perú, junio, 1997, p.1
23 Riesco, ob.cit., p. 76
24 Ibídem., p. 94
25 Ibídem., p. 106
26 Ibídem., p. 194
27 Washington Delgado. Historia de la Literatura Republicana. Lima, Ediciones Rikchay Perú, 1984, p. 23
28 Riesco, ob. cit., p. 146
29 Ibídem, p. 161
30 Ibídem, p. 220
31 Ibídem, p. 221
32 Ibídem, pp. 229-230
33 Julia Kristeva. Las nuevas enfermedades del alma . Madrid, Ediciones Cátedra, 1995, pp. 201-202
34 Discurso de Laura Riesco en la presentación de Ximena de dos caminos. Lima, 16 de diciembre de 1994
35 Catalina Lohmann. “Laura Riesco y Ximena de dos caminos”, en: Quehacer, Lima, Desco, 1995
36 Fátima Mernissi. Sueños en el umbral. Memorias de una niña del Harén. Barcelona, Muchnik Editores, 1995, p. 27
37 Idem