Autor: João Cabral de Melo Neto
Título: Un can sin plumas
Idiomas: esp
Tradutor: Carlos Germán Belli(esp)
Data: 28/12/2004
João Cabral de Melo Neto
I
(Paisaje del Capibaribe)
La ciudad es cruzada por el río
como una calle
es cruzada por un cachorro;
una fruta
por una espada.
El río ya recordaba
la lengua mansa de um can,
ya el vientre triste de um can,
ya el otro río
de acuoso paño sucio
de los ojos de un can.
Aquel río
era como un can sin plumas.
Nada sabía de la lluvia azul,
de la fuente color de rosa,
del agua del vaso de agua,
del agua de cántaro,
de los peces de agua,
de la brisa en la agua.
Sabía de los cangrejos
de lodo y herrumbre.
Sabía del lodo
como de una mucosa.
Debía saber de los pulpos.
Sabía seguramente
de la mujer febril que habita en las ostras.
Aquel río
jamás se abre a los peces,
al brillo,
a la inquietud de cuchillo
que hay em los peces.
Jamás se abre en peces.
Abrese en flores
pobres y negras
como negros.
Abrese em una flora
súcia y más mendiga
como son los mendigos negros.
Abrese en mangles
de hojas duras y crespas
como un negro.
Liso como el vientre
de una perra fecunda,
el río crece
sin estallar nunca.
Tiene el río,
un parto fluido e invertebrado
como de una perra.
Y jamás lo vi hervir
(como hierve
el pan que fermenta).
En silencio,
el río carga su fecundidad pobre,
grávido de tierra negra.
En silencio se da:
en capas de tierra negra,
en botines o guantes de tierra negra
para el pie o la mano
que se zambulle.
Como a veces
pasa con los canes,
el río parecía paralizarse.
Sus aguas fluían entonces
más densas y tíbias;
fluían con las ondas
densas y tíbias
de una culebra.
Tenia algo, entonces,
de la inercia de un loco.
Algo de la inercia
del hospital, la cárcel, los asilos,
de la vida súcia y sofocada
(de ropa sucia y sofocada)
por donde se vino arrastrando.
Algo de la inercia
de los palacios cariados,
comidos
de moho y muérdago.
Algo de la inercia
de los árboles obesos
salpicando los mil azúcares
de los comedores pernambucanos,
por donde se vino arrastrando.
(Es en ellos,
pero de espaldas al río,
que “las grandes familias espirituales” de la ciudad
incuban los huevos gordos
de su prosa.
En la paz redonda de las cocinas,
helas allí revolviendo viciosamente
sus calderas
de pereza viscosa).
¿Sería el agua de aquel río
fruta de algún árbol?
¿Por qué parecía aquella
un agua madura?
¿Por qué sobre ella, siempre,
como a punto de posarse las moscas?
¿Aquél río
saltó alegre en alguna parte?
¿Fue canción o fuente
en alguna parte?
¿Por qué entonces sus ojos
venían pintados de azul
en los mapas?II
(Paisaje del Capibaribe)
Entre el paisaje
el río fluía
como una espada de líquido espeso.
Como un can
humilde y espeso.
Entre el paisaje
(fluía)
de hombres plantados en el lodo,
de casas de lodo
plantadas en islas
coaguladas en el lodo;
paisaje de anfibios
de lodo y lodo.
Como el río
aquellos hombres
son como canes sin plumas
(un can sin plumas
es más
que un can saqueado;
es más
que un can asesinado.
Un can sin plumas
es cuando un árbol sin voz.
Es cuando las raíces
de un pájaro en le aire.
Es cuando a alguna cosa
le roe tan hondo
hasta lo que no tiene).
El río sabía
de aquellos hombres sin plumas.
Sabía de sus barbas expuestas,
de su doloroso cabello
de camarón y estopa.
Sabía también
de los grandes galpones al borde de los muelles
(donde todo
es uma inmensa puerta
sin puertas)
abiertas de par en par
a los horizontes que huelen a gasolina.
Y sabía
de la magra ciudad de corcho,
donde hombres huesudos,
donde puentes, solares huesudos,
(van todos
vestidos de dril)
secan
hasta su más honda caliza.
Pero conocía mejor
a los hombres sin plumas.
Estos
secan
aun más allá
de su caliza extrema;
aun más allá
de su paja;
más allá
de la paja de su sombrero;
más allá
hasta
de la camisa que no tienen;
mucho más allá del mismo
nombre escrito en la hoja
del papel más seco.
Porque es en el agua del río
que ellos se pierden
(lentamente
y sin diente).
Allí se pierden
(como uma aguja no se pierde).
Allí se pierden
(como un reloj no se rompe).
Allí se pierden
como um espejo no se quiebra.
Allí se pierden
como se pierde el agua derramada:
sin el diente seco
con que de repente
en um hombre se rompe
el hilo de hombre.
En el agua del río,
lentamente,
se van perdiendo
en lodo; en un lodo
que poco a poco
ya no puede hablar:
que poco a poco
gana los gestos difuntos
del lodo;
la sangre de goma,
el ojo paralítico
del lodo.
En el paisage del río
difícil es saber
donde comienza el río;
donde el lodo
comienza del río;
donde la tierra
comienza del lodo;
donde el hombre,
donde la piel
comienza del lodo;
donde comienza el hombre
en aquel hombre.
Difícil es saber
si aquel hombre
ya no está
más allá del hombre;
más allá del hombre
al menos capaz de roer
los huesos del oficio;
capaz de sangrar
en la plaza;
capaz de gritar
si la molienda le mastica el brazo;
capaz
de tener la vida masticada
y apenas no
disuelta
(en aquella suave agua
que ablanda sus huesos
como ablandó las piedras).
III
(Fábula del Capibaribe)
La ciudad es fecundada
por aquella espada
que se derrama,
por aquella
húmeda encía de espada.
En el extremo del río
el mar se extendía
como camisa o sábama
sobre sus esqueletos
de arena lavada.
(Como el río era un cachorro,
el mar podía ser una bandera
azul y blanca
desdoblada
en el extremo del curso
– o del mástel – del río
Una bandera
que tuviese dientes
que el mar está siempre
con sus dientes y su jábon
royendo sus playas.
Una bandera
que tuviesse dientes:
como um poeta puro
puliendo esqueletos,
como un roedor puro,
un policía puro
elaborando esqueletos,
el mar
con afán,
está siempre otra vez lavando
su puro esqueleto de arena.
El mar y su incienso,
el mar y sus ácidos,
el mar y la boca de sus ácidos,
el mar y su estómago
que come y se come
el mar y su carne
vidriata, de estatua,
su silencio, alcanzado
a costa de siempre decir
la misma cosa,
el mar y su tan puro
professor de geometria).
El río teme aquel mar
como un cachorro
teme una puerta entretanto abierta
como un mendigo,
la iglesia aparentemente abierta.
Primero,
el mar devuelve el río.
Cierra el mar al río
sus blancas sábanas.
El mar se cierra
a todo lo que en el río
son flores de tierra,
imagen de can o mendigo.
Después,
el mar invade el río.
Quiere
el mar
destruir en el río
sus flores de tierra hinchada,
todo lo que en esa tierra
puede crecer y estallar,
como en una isla,
en una fruta.
Pero antes de ir al mar
el río se detiene
en mangles de agua inmóvil.
Júntase el río
a otros rios
em una laguna, en pantanos
donde, fria, la vida hierve.
Júntase el río
a otros rios.
Juntos
todos los rios
preparan su lucha
de agua inmóvil,
su lucha
fruta inmóvil.
(Como el río era un cachorro
como el mar era una bandera,
aquellos mangles
son una enorme fruta.
La misma máquina
paciente e útil
de una fruta;
la misma fuerza
invencible y anônima
de una fruta
– trabajando aún su azúcar
después de cortada –
Como gota a gota
hasta el azúcar
gota a gota
hasta las coronas de tierra;
como gota a gota
hasta una nueva planta
gota a gota
hasta las islas súbitas
aflorando alegres).IV
(Discurso de Capibaribe)
Aquel río
está en la memoria
como un can vivo
dentro de una sala.
Como un can vivo
dentro de un bolsillo.
Como un can vivo
debajo de las sábanas
debajo de la camisa,
de la píel.
Un can, porque vive,
es agudo.
Lo que vive
no entorpece.
Lo que vive hiere.
El hombre,
porque vive,
choca con lo que vive.
Vivir
es ir entre lo que vive.
Lo que vive
incomoda de vida
el silencio, el sueño, el cuerpo
que soñó cortarse
ropas de nubes.
Lo que vive choca,
tiene dientes, aristas, es espeso.
Lo que vive es espeso
como um can, un hombre,
como aquel río.
Como todo lo real
es espeso.
Aquel río
es espeso y real.
Como una manzana
es espesa.
Como un cachorro
es más espeso que una manzana.
Como es más espesa
la sangre del cachorro
que el propio cachorro.
Como es más espeso
un hombre
que la sangre de un cachorro.
Como es mucho más espesa
la sangre de un hombre
que el sueño de un hombre.
Espeso
como una manzana es espesa.
Como una manzana
es mucho más espesa
si un hombre la come
que si un hombre la ve.
Como es aún más espesa
si el hambre la come.
Como es aún mucho más espesa
si no la puede comer
el hambre que la ve.
Aquel río
es espeso
como lo real más espeso.
Espeso
por su paisaje espeso,
donde el hambre
extiende sus batallones de secretas
e íntimas hormigas.
Y espeso
por su fábula espesa;
por el fluir
de sus jaleas de tierra;
al parir
sus islas negras de tierra.
Porque es mucho más espesa
la vida que se desdobla
en más vida,
como una fruta
es más espesa
que su flor;
como el árbol
es más espeso
que su simiente;
como la flor
es más espesa
que su árbol,
etc. etc.
Espeso,
porque es más espesa
la vida que se lucha
cada día,
el día que se alcanza
cada día
(como un ave
que va cada segundo
conquistando su vuelo).
____
Fonte: Neto, João Cabral de Melo. Poemas. Traducción de Carlos Germán Belli. Lima Peru, centro de estudios brasileños,1973.p. 26-53.